Sus venas son sus arroyos, sus costillas son sus peñascos.
Sin edificios en sus horizontes, con senderos y flores en todos sus rincones.
Un intendente elfo hace un brindis por algo de lluvia y canta verdades a la creación de Dios.
No todo es felicidad, siempre hay un intendente orco que quiere ahogar con asfalto y concreto pero sólo logra indiferencia y desprecio.
Mario Petrella